Una diferencia de 137 mil pesos en los salarios entre mujeres y hombres es una de las desigualdades más notorias en su relación con el mundo del trabajo. Pero no es la única, lo que acrecienta la lucha feminista para concretar igualdad en las condiciones laborales.
Por: www.elciudadano.cl
La situación de los trabajadores en Chile son compleja. Precarias condiciones laborales, escaso respaldo legal y un empresariado que se encuentra sostenido por un código laboral, que con pequeñas reformas, inmutable desde 1981.
Y la situación de las mujeres es aún más compleja, más desigual, lo que queda ratificado en los datos que entrega la encuesta CASEN 2015.
Las cifras son claras: A medida que aumentan los años de estudios de las mujeres, mayor es la brecha salarial con sus pares: su participación laboral ronda el 47% -mientras que en el caso de los hombres se acerca al 70%-; lo mismo para las brechas salariales realizando similares labores o la casi imposibilidad de acceder a cargos de responsabilidad.
En este escenario, El Ciudadano conversó con la socióloga e investigadora de la Fundación Sol, Carla Brega, quién sostiene que en el contexto que viven las mujeres en el mundo del trabajo en Chile “se puede constatar una subvaloración de las capacidades de las mujeres en el mercado del trabajo”.
El mundo del trabajo ya es complejo para los trabajadores en general, para las mujeres es mayor en particular. ¿Cómo se desarrolla dicho escenario y cuáles deben ser los ejes para, primero, rectificarlo, y luego transformarlo?
Lo primero que tenemos es una brecha salarial que persiste. Si vemos los datos de la CASEN 2015 se observa que el ingreso mensual promedio de los hombres alcanza los $521 mil, en tanto las mujeres tienen como promedio $384 mil. Esa diferencia de $137 mil es cuestionable. Al tratar de explicar esta diferencia encontramos que se puede explicar cerca de un 30% de dicha diferencia que son casi $43 mil, por diferentes motivos: trabajan en distintas ramas económicas, en distintos oficios, el nivel educacional es distinto, el oficio es distinto, la región, etcétera. Aun así persiste una diferencia de $94 mil pesos que no tiene explicación por factores observables en las bases de datos, por lo que podemos decir que las mujeres ganan $94 mil pesos menos sólo por ser mujer.
Eso básicamente por el modelo machista que existe a nivel laboral
Se explica por dos fenómenos: Uno, que es la discriminación horizontal, que es la ocupación en la que se desempeñan hombres y mujeres, donde vemos que la estructura de género se reproduce en el mercado del trabajo, donde los roles de género -hombre proveedor y mujer cuidadora- se reflejan en que el área de servicios tiene una gran cantidad de mujeres ocupadas y hombres en otro tipo de actividades. Esa es la discriminación horizontal, lo que segmenta a las mujeres a empleos de menor salario, lo que es muy relevante. El otro punto observable es la discriminación vertical, que tiene que ver con la brecha salarial, pero también con lo difícil que es para las mujeres acceder a puestos de trabajo que son más altos en el rango de una empresa. En conclusión, las mujeres se encuentran en lo que se llama en la literatura como “techo de cristal” en donde no pueden ascender más que sus colegas hombres. Esto se verifica también con los niveles educacionales, pues a medida que aumenta la educación de la mujer aumenta la brecha salarial.
Respecto a este punto, ¿existe alguna explicación para esa diferencia?
A eso le hemos tratado de buscar factores observables que pueden explicar esto, pero permanece un porcentaje sin explicar y se debe a factores culturales muy difíciles de cambiar. Pero desde el punto de vista del empresario la mujer es un riesgo de emplear porque se puede embarazar, es un mayor costo para el empleador. El porcentaje que queda sin explicar es lo que llamamos “efecto de discriminación”.
¿Pero esto es un reflejo de nuestra situación social en materia de discriminación hacia la mujer?
Exacto y el problema es que las desigualdades no se suman sino que se multiplican. Entonces es peor ser una mujer pobre y adulta mayor, que solamente ser mujer o ser adulta mayor.
Mencionas que diferencia vertical. ¿Ahí se aplica la variable cultural o aspectos relacionados más que con el capital?
La verdad es que, de hecho, están más calificadas que los hombres en general y cada uno lo ve desde la plataforma en la que se encuentre. Pero, efectivamente, se puede constatar una subvaloración de las capacidades de las mujeres en el mercado del trabajo. Ahora, los factores que influyen son muchísimos, desde como se reproduce la estructura de género hasta la división del trabajo. El capitalismo ha sido muy hábil en como convertir esto -la división sexual del trabajo- en una forma más de redituar.
¿Establecerlo como condición?
Claro. Por ejemplo, el trabajo doméstico también es parte de esto, porque hasta ahora solo hemos hablado del trabajo remunerado, porque si vemos el tiempo de trabajo global de hombres y mujeres también hay una subvaloración de lo que es trabajo y que es lo qué se remunera y qué es lo que no.
¿Y tampoco se ve voluntad política por reformar este escenario?
Ahí lo que vemos son las políticas de igualdad salarial en el mercado del trabajo -que serían las políticas de igual pega, igual paga- y otra cosa son las políticas de paridad en lo privado, de corresponsabilidad, de cocuidado. ¿Por qué la mayoría de las mujeres está inactiva o no son parte del mercado del trabajo? La mayoría es porque se dedican a tareas domésticas y de cuidado, y sigue recayendo sobre las mujeres por una especie de “negociación interna”, lo que es difícil de cambiar porque tienen que ver con modificar asuntos culturales.
Ahora la pregunta es: ¿Cómo se plantea modificar este escenario en todos los tópicos relacionados con el trabajo y la mujer?
Creo que esto necesita un cambio cultural profundo, porque las desigualdades que vemos entre hombres y mujeres no son aisladas; es, en efecto, lo que sucede en la sociedad en general, solo que el trabajo es el motor que mueve la economía y ahí lo podemos medir. De hecho, la violencia que viven las mujeres en la calle es la misma que se vive en el trabajo, es parte de lo mismo. Tiene que ver con un cambio profundo que puede ser impulsado por medidas pequeñas, donde las mujeres se están empoderando al entrar al mercado del trabajo, se hacen -al menos-menos dependientes de los hombres, no del capital, y empiezan a desarrollarse, sentir las desigualdades y comenzar a luchar en contra de esto.
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